Es del dominio público que el martes pasado el Senado rechazó una lista de magistrados, un procedimiento legislativo más para ojos no entr...
Es del dominio público que el martes pasado el Senado rechazó una lista de magistrados, un procedimiento legislativo más para ojos no entrenados, pero lo que realmente sucedió con ello es que sepultó la ambición política de Adán Augusto López Hernández. El hombre que se creyó el sucesor natural de López Obrador acaba de recibir una lección brutal: en la política, no basta con ser el favorito del mesías de turno. No sólo hay que saber contar votos, sino sumarlos.
Y él, claramente, no supo. Aún cuando el procedimiento se restituyó y terminó siendo aprobado el día siguiente, el golpe político estaba dado.
El martes pasado Morena tenía los números. Con mayoría calificada y aliados sumisos, la votación debería haber sido un mero trámite. Pero la aritmética se rompió cuando faltaron votos… de su propio bando. El PT y el Verde, esos socios que solo aparecen cuando hay reparto, esta vez se esfumaron. Peor aún: senadores de Morena no votaron, otros abandonaron la sesión, y algunos incluso tuvieron que votar en contra para disimular la rebelión. Fue un espectáculo patético, una derrota autoinfligida. Y el responsable tiene nombre: Adán Augusto, el "coordinador" que no coordinó nada.
El Arte de Quemarse Solo
La lista de magistrados presentada fue un ejercicio de arrogancia pura. Adán Augusto la diseñó a puerta cerrada, sin consultar, sin negociar, como si el Senado fuera su feudo personal. Los opositores, por supuesto, la rechazaron de inmediato. Pero el verdadero drama fue que ni siquiera su propia bancada la defendió.
Ricardo Anaya, con esa sonrisa de "se los dije", resumió el escándalo: "Quieren controlar los tribunales. Esto es un cochinero". Y Clemente Castañeda, de MC, remató: "Hicieron exactamente lo que tanto criticaban: la aplanadora". Pero lo más humillante fue que la crítica más dura no vino de la oposición… sino del silencio de sus compañeros.
El Fuego Amigo (o Cómo Perder el Senado en una Tarde)
Aquí no hubo error logístico. Esto fue un ajuste de cuentas interno. Seis senadores de Morena no votaron. Otros seis tuvieron que votar en contra para compensar las ausencias. Y lo más revelador: la votación fue secreta. Nadie levantó la mano para sabotear abiertamente, pero todos sabían lo que hacían.
¿Quién dio la orden? Nadie. Y ese es el punto. Claudia Sheinbaum no tuvo necesidad de mover un dedo. Solo dejó caer un mensaje días antes, desmarcándose de Andrea Chávez (su propia protegida) y advirtiendo que no toleraría campañas adelantadas ni deslealtades. Fue suficiente. Los senadores entendieron que el viento ya no sopla a favor de Adán.
Sheinbaum Juega Ajedrez (Mientras Adán Sigue en Serpientes y Escaleras)
Esto no fue un simple tropiezo parlamentario. Fue el primer manotazo público de Sheinbaum como presidenta. No tuvo que dar una orden directa. No hizo un escándalo. Solo dejó que Adán siguiera jalando y estirando la cuerda para que terminara ahorcándose solo con su propia ineptitud.
Y así, en una sola votación, el "heredero político" de AMLO perdió el control del Senado. No pudo alinear a sus aliados. No pudo disciplinar a su bancada. Ni siquiera pudo articular una explicación pública. Solo se fue, cabizbajo, a lamer sus heridas.
Mientras tanto, en Palacio Nacional, alguien observa con atención. Y no es López Obrador.
Moraleja: En la Política, el que Manda no es el que Grita, Sino el que Cuenta
Adán Augusto cometió el error de creer que el poder se hereda por decreto. Pero en la política real, el liderazgo se gana, no se regala. Sheinbaum lo sabe. Por eso no tuvo que decir una palabra. Solo dejó que la realidad hiciera su trabajo.
Y así, entre votos ausentes y silencios cómplices, el gran proyecto de Adán Augusto se redujo a polvo. El Senado le dio la espalda. Sus aliados lo ignoraron. Y Claudia, sin siquiera mirarlo, le recordó quién manda ahora.
Y él, claramente, no supo. Aún cuando el procedimiento se restituyó y terminó siendo aprobado el día siguiente, el golpe político estaba dado.
El martes pasado Morena tenía los números. Con mayoría calificada y aliados sumisos, la votación debería haber sido un mero trámite. Pero la aritmética se rompió cuando faltaron votos… de su propio bando. El PT y el Verde, esos socios que solo aparecen cuando hay reparto, esta vez se esfumaron. Peor aún: senadores de Morena no votaron, otros abandonaron la sesión, y algunos incluso tuvieron que votar en contra para disimular la rebelión. Fue un espectáculo patético, una derrota autoinfligida. Y el responsable tiene nombre: Adán Augusto, el "coordinador" que no coordinó nada.
El Arte de Quemarse Solo
La lista de magistrados presentada fue un ejercicio de arrogancia pura. Adán Augusto la diseñó a puerta cerrada, sin consultar, sin negociar, como si el Senado fuera su feudo personal. Los opositores, por supuesto, la rechazaron de inmediato. Pero el verdadero drama fue que ni siquiera su propia bancada la defendió.
Ricardo Anaya, con esa sonrisa de "se los dije", resumió el escándalo: "Quieren controlar los tribunales. Esto es un cochinero". Y Clemente Castañeda, de MC, remató: "Hicieron exactamente lo que tanto criticaban: la aplanadora". Pero lo más humillante fue que la crítica más dura no vino de la oposición… sino del silencio de sus compañeros.
El Fuego Amigo (o Cómo Perder el Senado en una Tarde)
Aquí no hubo error logístico. Esto fue un ajuste de cuentas interno. Seis senadores de Morena no votaron. Otros seis tuvieron que votar en contra para compensar las ausencias. Y lo más revelador: la votación fue secreta. Nadie levantó la mano para sabotear abiertamente, pero todos sabían lo que hacían.
¿Quién dio la orden? Nadie. Y ese es el punto. Claudia Sheinbaum no tuvo necesidad de mover un dedo. Solo dejó caer un mensaje días antes, desmarcándose de Andrea Chávez (su propia protegida) y advirtiendo que no toleraría campañas adelantadas ni deslealtades. Fue suficiente. Los senadores entendieron que el viento ya no sopla a favor de Adán.
Sheinbaum Juega Ajedrez (Mientras Adán Sigue en Serpientes y Escaleras)
Esto no fue un simple tropiezo parlamentario. Fue el primer manotazo público de Sheinbaum como presidenta. No tuvo que dar una orden directa. No hizo un escándalo. Solo dejó que Adán siguiera jalando y estirando la cuerda para que terminara ahorcándose solo con su propia ineptitud.
Y así, en una sola votación, el "heredero político" de AMLO perdió el control del Senado. No pudo alinear a sus aliados. No pudo disciplinar a su bancada. Ni siquiera pudo articular una explicación pública. Solo se fue, cabizbajo, a lamer sus heridas.
Mientras tanto, en Palacio Nacional, alguien observa con atención. Y no es López Obrador.
Moraleja: En la Política, el que Manda no es el que Grita, Sino el que Cuenta
Adán Augusto cometió el error de creer que el poder se hereda por decreto. Pero en la política real, el liderazgo se gana, no se regala. Sheinbaum lo sabe. Por eso no tuvo que decir una palabra. Solo dejó que la realidad hiciera su trabajo.
Y así, entre votos ausentes y silencios cómplices, el gran proyecto de Adán Augusto se redujo a polvo. El Senado le dio la espalda. Sus aliados lo ignoraron. Y Claudia, sin siquiera mirarlo, le recordó quién manda ahora.
Lo sucedido es, literalmente, el bautizo de fuego del verdadero juego del poder para el señor López Hernández, y no le fue nada bien. En el mundo real, o aprendes a sumar votos… o te restan a ti.
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