No estoy diciendo nada nuevo. Pero hay verdades que, por repetidas, no dejan de escocer. La impunidad no es un problema en México: es el s...
No estoy diciendo nada nuevo. Pero hay verdades que, por repetidas, no dejan de escocer. La impunidad no es un problema en México: es el sistema operativo del país. Un software corrupto instalado desde hace décadas, actualizado sexenio tras sexenio, y que hoy funciona con total normalidad bajo la fachada de la Cuarta Transformación. La farsa de siempre con nuevo reparto.
Aquí solamente le voy a hablar los los ejemplos más frescos, dos burlas descaradas al sentido común:
El huachicol fiscal: 20 millones de litros de combustible entraron ilegalmente por puertos y aduanas —es decir, bajo las narices de instituciones federales—. Se anunció el decomiso con bombo y platillo, fotos épicas y espacio en la mañanera. Pero, curiosamente, ni un solo detenido. ¿Quiénes permitieron el paso? ¿Quiénes se beneficiaron? Nadie lo sabe, o nadie quiere saberlo. Solo unos choferes de pipas y tal vez un velador pagarán el pato. El resto, comenzando con las autoridades aduanales, los gobernadores que se hicieron patos, los alcaldes que ni por enterados se dieron, sigue tan campante y liesto para el suiguiente cargamento, como siempre.
La compra de medicinas: Otro escándalo, otra licitación podrida. La Secretaría de la Función Pública suspende el proceso, remueve a unos cuantos funcionarios... y listo. ¿Detenciones? "Estamos investigando". ¿Consecuencias? Las de siempre: los responsables no solo no irán a la cárcel, sino que seguramente reaparecerán en otro puesto, en otro gobierno, con otro nombre. ¿Les suena familiar? Debería: es el mismo guión que el PRI usaba una, y otra, y otra y otra vez en sus años dorados de todo se vale. Hoy le toca a Morena presumir la impunidad de sus acólitos con aroma a "transformación"
Lo más triste no es que esto siga pasando, sino que pase bajo un gobierno que prometió acabar con la corrupción. Morena tiene mayoría absoluta en el Congreso, controla la mayoría de los estados, y sin embargo, la impunidad no solo sigue intacta, sino que se ha perfeccionado, ha crecido desmesuradamente y ahora impregna todas y cada una de las actividades humanas concebibles en el país.
¿La excusa? "La unidad del movimiento". Traducción: No podemos meter en problemas a nuestros amigos, porque el barco ya hace agua y necesitamos que todos remen (o al menos que no lo hundan más). Así funciona el juego: cuando las bases empiezan a sentir que el halo de protección se debilita, el régimen los arropa de nuevo. No para que dejen de robar, sino para que lo hagan con más discreción. Es el eterno retorno de la historia mexicana.
El PRI nos enseñó que la impunidad solo se combate cuando el poder se cae. Fue hasta que perdieron la Presidencia que algunos gobernadores empezaron a caer (otros simplemente huyeron). Fue un respiro breve, un casting de justicia para la foto.
Hoy, Morena repite el libreto priista con un toque de fake news progresista. Hablan de austeridad mientras sus líderes viven en mansiones; viajan en primera clase alzando la voz contra la pobreza, gritan contra los privilegios mientras blindan a sus operadores; prometieron transparencia y gobiernan con opacidad.
¿Algún día cambiará algo? No. No en el corto, ni en el mediano, ni en el largo plazo. La impunidad es el pegamento que mantiene unido a este país disfuncional. Le conviene al político, al empresario, al narco, e incluso a ese ciudadano que, en el fondo, solo aspira a ser parte del sistema cuando le toque "su chance". 'El que no transa, no avanza' no es una frase triste y demoledora, es la sinapsis que hace conexión neuronal en el cerebro de millones de mexicanos.
Precisamente por eso seguiremos viendo cómo los decomisos son puro teatro (porque no es casualidad que no haya detenidos), cómo las investigaciones son puras promesas (porque deliberadamente buscan que nunca haya resultados), y cómo los corruptos son reciclados, no castigados (porque para que la transa salga bien, se ocupa mucha mano de obra, pero no de la barata).
México no tiene un problema de impunidad. MÉXICO ES LA IMPUNIDAD HECHA ESTADO. Y hasta que no entendamos eso, seguiremos aplaudiendo a la misma caterva de ladrones, aunque se cambien de camiseta cada seis años.