Si bien mañana martes la presidenta Claudia Sheinbaum cumple seis meses en el cargo, técnicamente será el verdadero inicio de su sexenio. ...
Si bien mañana martes la presidenta Claudia Sheinbaum cumple seis meses en el cargo, técnicamente será el verdadero inicio de su sexenio.
Políticamente es una fecha significativa, sin duda, que puede que celebre con una botella de agua mineral (por eso de la austeridad republicana) y con un recuento de sus logros:
- 1) Sobrevivir a la maldición del "primer semestre" sin que le estalle una crisis económica en las manos,
- 2) Un manejo frágil, pero casi estable, de una herencia que parece un juego de Jenga después de una fiesta de fraternidad universitaria, y
- 3) Descubrir que el famoso "superpeso" no es inmune a los caprichos de Donald Trump, el hombre que convierte tweets en políticas económicas.
Pero técnicamente, legalmente, ahora sí es el inicio propiamente dicho de su sexenio en el ámbito presupuestal, pues según el artículo 42 de la Ley Federal de Presupuesto y Responsabilidad Hacendaria (un nombre tan largo que solo puede esconder desgracias), este martes la Secretaría de Hacienda debe entregar al Congreso los "precriterios de política económica", un documento que en términos mortales se traduce como: "Aquí está todo lo que prometemos hacer en 2026, siempre y cuando el planeta no se incendie antes".
Entre las joyitas que incluye este testamento financiero están:
- Los objetivos de ingresos y gastos (o cómo fingir que el déficit no existe).
- Los Pronósticos macroeconómicos (traducción: adivinanzas con gráficas bonitas).
- El precio del petróleo (que depende más de OPEP+ y Trump que de cualquier plan mexicano).
- El listado de programas prioritarios (léase: "los que no podemos recortar sin que nos linche el pueblo").
Este será el bautizo fiscal de Edgar Amador, el nuevo secretario de Hacienda, quien hasta hace tres semanas era un perfecto desconocido y ahora tiene el honor de heredar un déficit del 5.9% del PIB (gracias, año electoral) y la tarea de convencer a los mercados de que México no se convertirá en Venezuela del Norte. Su antecesor, Rogelio Ramírez de la O, dejó el puesto con la elegancia de quien huye de un edificio en llamas, pero Amador al menos logró que los diputados le dieran el visto bueno… lo cual, en este Congreso, es como ganar un concurso de popularidad en un manicomio.
El dilema en todo este tinglado es optar por dos caminos de desgracia segura ¿Recesión y estancamiento o "crecimiento a la mexicana"?
Hacienda había prometido un crecimiento del 2.5% para este año, pero los analistas ya bajaron sus expectativas recomendando además "rezar para que no sea negativo". Y no es para menos: entre la inflación que no cede, las tasas de interés que ahogan el crédito y el petróleo que ya no es el negocio de antaño, el panorama es tan alentador como un diagnóstico médico escrito en código binario.
Pero el verdadero elefante en la habitación (o mejor dicho, el payaso con misil nuclear) es Donald Trump, quien, en un arranque de generosidad, decidió que este miércoles 2 de abril será el "Día de la Liberación de Estados Unidos"… liberación de aranceles, claro. El magnate ya adelantó que impondrá sí o sí nuevos gravámenes a autos mexicanos, porque nada dice "México, amigo mío" como una puñalada comercial.
Aquí el problema: Hacienda debe entregar sus precriterios el 1 de abril, un día antes de que Trump anuncie su jugada. Es como planear un viaje sin saber si habrá gasolina, carreteras o si tu auto será confiscado en la frontera. Sheinbaum prometió una respuesta para el 3 de abril, pero todos sabemos que México tiene la fuerza negociadora de un hámster frente a un perro bulldog.
¿Será entonces un Ajuste de cuentas o mejor dicho, un ajuste de cinturones?
Lo sabremos hasta bien entrado el ombligo de esta semana, y hasta entonces podremos especular si el sexenio de Sheinbaum despega o naufraga antes de tocar aguas profundas. Entre el déficit desbocado, los mercados nerviosos y Trump jugando a la ruleta rusa con la economía global, lo único seguro es que alguien pagará los platos rotos (spoiler alert: no serán los de arriba, se lo garantizo).
Así que, querido contribuyente, prepárese: vienen recortes, inevitablemente nuevos impuestos, incrementos o alguna ingeniosa combinación de ambos en forma de miscelánea fiscal. Porque en este país, cuando la economía estornuda, al pueblo le da pulmonía.
Y sí, nada volverá a ser igual… pero tranquilo, tampoco era tan bueno antes.
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