Claudia Sheinbaum ya comenzó a aplicarle la eutanasia política al gobernador de Sinaloa, Rubén Rocha Moya. La orden desde Palacio Nacional...
Claudia Sheinbaum ya comenzó a aplicarle la eutanasia política al gobernador de Sinaloa, Rubén Rocha Moya. La orden desde Palacio Nacional es clara: hay que desmarcarse poco a poco, pero de manera constante, del personaje que tiene postrado al estado norteño antes de que su podredumbre alcance hasta la coronilla y la pestilencia inunde todo el país y, de paso, al segundo piso de nuestra transformación en país bananero.
No tiene remedio. Rocha Moya está en la antesala de la renuncia y del desahucio, aunque si le preguntan a sus allegados dirán que sigue "firme y digno" al más puro estilo de un Titanic de la política: hundiéndose sin remedio pero con elegancia y música de fondo.
El gobierno federal, con su increíble capacidad de generar escándalos y no entenderlos, ya vio que si deja las cosas como están, el dichoso "Segundo Piso de la 4T" podría tener su propio Ayotzinapa en versión noroeste, pero con narcos en lugar de normalistas y con una población harta de que su estado parezca el set de una serie de Netflix, pero sin las regalías.
Y por supuesto espero que los vecinos de Iguala disculpen la comparación, pero es casi inevitable. La tragedia de los estudiantes de la Escuela Normal Rural "Raúl Isidro Burgos" en 2014 provocó el fin de la era del priismo a manera de un evento de extinción masiva que destruyó por completo al viejo y caduco partidazo. Sinaloa está a punto de convertirse en algo incluso mucho peor, y Claudia Sheinbaum, con todo y su torpeza, por fin lo está entendiendo, y precisamente por eso ha ordenado el retiro gradual del apoyo de su presidencia a Rocha Moya.
El plan no necesita siquiera un dedo de frente: quitarle el respaldo poco a poco, pero de manera inexorable, constante y enérgica, de manera que cuando Rocha caiga nadie sepa si lo empujaron o simplemente se tropezó con su propia ineptitud. Porque, aunque el gobierno federal ha aprehendido algunos peces gordos del crimen organizado, la película de terror que se vive en Sinaloa ha eclipsado cualquier intento de vender la narrativa de que se está avanzando en cumplir los deseos de la amenaza naranja del norte. En este pobre estado, la historia de todos los días es "balazos y más balazos".
A estas alturas aún hay analistas despistados que se preguntan por qué Rubén Rocha sigue siendo gobernador. El despiste radica no sólo en que carecen de formación periodística, sino que olvidan de manera muy selectiva que Morena lo puso ahí con la esperanza de que manejara las "relaciones público-privadas" con los poderes fácticos que gobiernan la región desde hace décadas. Ya Saben Quién le tenía confianza, porque al final del día, Sinaloa opera como un bar clandestino, en el que lo importante es que nadie arme un desmadre demasiado grande como para que cierren el local. Pero Rocha cometió un pecado imperdonable: en lugar de administrar el caos, se puso a hacer negocios familiares.
Sus hijos Eneyda, Rubén, Ricardo y José Jesús Rocha Ruiz han estado ordeñando el presupuesto sistemáticamente desde hace una década con empresas que suenan más a fraude que a verdaderas corporaciones: Chocosa Ranch, Grupo Rofcar, Agronegocios y Servicios El Águila del Norte, Constructora Chocosa... y la lista sigue, como una versión sinaloense de los Panama Papers, pero sin glamour ni paraísos fiscales.
Recientes revelaciones periodísticas incluso sugieren que este emporio familiar sirvió para generar abundantes cantidades de dinero que sirvieron para respaldar campañas políticas de Morena, versión que podría permitir entender el porqué el gobierno federal se ha resistido a retirarle el apapacho presidencial.
Pero el colmo de la estupidez de Rocha fue su torpeza política: en la guerra de la sucesión presidencial decidió apostar todo a Adán Augusto López, el caballo que ni siquiera llegó a la meta. Y ahora que Sheinbaum está en la silla grande, el gobernador de Sinaloa se ha convertido en el cadáver político que nadie quiere recoger. Solo Adán Augusto y, por extrañas razones, Ricardo Monreal, le han tirado un salvavidas, aunque ya está lleno de hoyos.
El tiempo se le acabó. En las próximas semanas, Rocha tendrá que presentar su renuncia, mientras el gobierno federal termina de tomar el control del estado, con Omar García Harfuch en la cabina de mando. Lo que Rocha no hizo en todo su mandato lo harán las fuerzas federales, aunque a estas alturas es muy difícil, si no es que imposible, revertir el daño causado por la indolencia y la desidia de este personaje.
Y, por si fuera poco, el hombre ya tiene antecedentes de hacer lo que sea para salvar el pellejo: según versiones de inteligencia, en julio pasado intentó entregar a Ismael "El Mayo" Zambada a las autoridades estadounidenses, pero los hijos del Chapo Guzmán lo rebasaron por la derecha, pues ya llevaban rato colaborando con el Tío Sam.
Hoy la indicación es otra: su renuncia cada vez es menos una opción, y comienza a transformarse en una futura orden.
Rocha sólo tiene dos alternativas: o sale por la puerta grande, o lo arrojan por la ventana más alta del segundo piso de la 4T que, claramente, comienza a hundirse.