López Obrador ofreció pruebas irrefutables de su complicidad con el narco.
Las pruebas que tanto pedían los solovinos, los morenistas y toda la gente que es adláter de la 4T de que la presidencia es una narcopresidencia, allí están.
El presidente López Obrador las entregó este fin de semana al darle un vergonzoso espaldarazo al narcogobernador de Sinaloa, Rubén Rocha Moya, que fue señalado en la carta del ‘Mayo’ Zambada de ser uno de los copartícipes de su detención ilegal en territorio nacional.
Ahí está la connivencia, el entramado institucional a favor de los capos de la mafia.
En cualquier otro país el haber sido señalado, aunque fuera por un narcotraficante, hubiera obligado por lo menos a que se citara con calidad de urgente al gobernador Rocha Moya para que declare ante las autoridades ante semejante señalamiento.
En México fue al revés, pues primero vino el apapacho presidencial, y después salió una tímida y timorata solicitud de información por parte de la Fiscalía General de la República.
Allí están las pruebas que tanto exigen los solovinos.
El problema más grave es que Claudia Sheinbaum también se entregó fervorosamente a este apapacho al narcogobernador, sugiriendo entonces que tendremos narcopresidencia para rato. La promesa de continuidad va muy en serio y en todos los sentidos.
Cualquiera podría decir que Claudia Sheinbaum, viéndose arrastrada por el presidente López Obrador a estas reuniones, pues no le quedó más remedio que comerse un sapo. Pero... ¿y si no? ¿Y si de verdad pretende continuar este apoyo brutal al narco?
El apoyo institucional al narco no fue inventado por Morena. El PRI lo hizo, y lo hizo muy bien. Por supuesto que el PAN lo hizo, y lo hizo muy bien. Y Morena llegó y lo mejoró. La política de abrazos y no balazos, que parece ser llegó para quedarse, ha propiciado que el narco crezca, se fortalezca y se convierta en una auténtica hidra imposible de detener o de controlar.
¿Qué es lo más lamentable de este asunto? Pues que los ciudadanos vamos a seguir bajo el dominio y el yugo de el narcotráfico. Más allá de las investigaciones que se puedan dar en territorio estadounidense y que pudieran dar pie, por supuesto, a revelaciones muy importantes, mientras siga la potencia de la Presidencia de la República apoyando y protegiendo abiertamente a quienes trabajan para facilitarle la vida a los narcos, seguiremos en un estado de indefensión absoluta y completa.
No solamente los ciudadanos de a pie vamos a seguir a merced justamente del narco y los periodistas vamos a seguir siendo objeto del matadero que ha protagonizado el narco, sino que además queda bastante claro que no hay forma de que México tenga oportunidad de recuperarse del daño que le ha hecho esta política de los abrazos y no balazos que ha operado única y exclusivamente a favor del narco, que ha servido única y exclusivamente para fortalecer la capacidad de fuego de los narcotraficantes, que ha servido para enriquecer a un montón de mequetrefes, comenzando con tipos como Rubén Rocha Moya, que los ha convertido en multimillonarios con dinero manchado de la sangre de miles de mexicanos que han perdido la vida en manos de los capos, independientemente de que se dediquen también a fortalecer al narco o que sean víctimas colaterales de las actividades del narco.
Y todo con el auspicio de la Presidencia de la República.
¿Cuántos años van a tener que pasar después de que termine el sexenio de Claudia Sheinbaum para poder recuperarnos de la debacle a la que nos están sometiendo las autoridades? Porque esto es una rendición de la plaza abiertamente a favor del narco, es entregarle el país a estos malditos, es la juventud entregada al narco.
México mágico, cuánto te quiero...