Catorce vidas se perdieron en Texcaltitlán, Estado de México, debido al hartazgo generalizado de la población frente a las extorsiones de la...
Catorce vidas se perdieron en Texcaltitlán, Estado de México, debido al hartazgo generalizado de la población frente a las extorsiones de la Familia Michoacana. La gente, cansada y fastidiada, decidió enfrentarse directamente a los criminales, resultando en la muerte de diez delincuentes y cuatro ciudadanos. Este trágico incidente refleja una profunda fractura en la sociedad, indicando que la ciudadanía, abandonada por las autoridades, ha perdido la confianza en el sistema judicial y en la aplicación de la ley.
Texcaltitlán también revela que, cuando la población se siente desamparada y asume la penosa tarea de impartir justicia por sí misma, el tejido social se resquebraja, evidenciando una desconfianza total hacia la autoridad y el sistema legal. La gente, desilusionada, confía exclusivamente en su propia fuerza para enfrentar la creciente amenaza del crimen organizado en el país.
Ojalá esta tendencia no se generalice, pero la actitud del presidente, quien minimiza el suceso y se burla de la situación, podría tentar a la justificación de que la ciudadanía tome la justicia en sus manos. Nos encontramos en una encrucijada entre condenar o entender estos actos, influenciados por la inseguridad y el abandono federal y estatal que prevalecen.
La incertidumbre se intensifica al considerar el proceso electoral. Las dos principales contendientes, Claudia Sheinbaum y Xóchitl Gálvez, generan más preocupación que respuestas. Mientras Xóchitl aboga por volver al pasado, con una rancia propuesta que huele a "estábamos mejor cuando estábamos peor", Sheinbaum no se aparta del guión de la continuidad de la actual política de "abrazos y no balazos", sin posicionarse claramente a favor o en contra.
Ambas perspectivas no ofrecen soluciones concretas a la desastrosa situación de seguridad nacional. Lo acontecido en Texcaltitlán es solo un ejemplo de la crisis que se vive en todo el país, augurando posibles sucesos similares en otras regiones, como lo será sin duda Chiapas.
Como ciudadano común, me pregunto ¿qué hacer para restaurar la paz en México?.
Las opciones presentadas por las candidatas no inspiran confianza, y la falta de propuestas claras refuerza la sensación de impotencia.
A medida que nos acercamos a las elecciones, la incertidumbre persiste, y la temporada desviará la atención del público, dejando en suspenso la revisión de propuestas y respuestas a este problema hasta febrero.
El futuro no promete nada, ni deja elementos para saber cómo afrontaremos esta difícil realidad.