La devastación que actualmente vive Acapulco después del paso del huracán Otis era totalmente predecible, y no me estoy refiriendo solamente...
La devastación que actualmente vive Acapulco después del paso del huracán Otis era totalmente predecible, y no me estoy refiriendo solamente a los numerosos avisos que se emitieron antes del meteoro y que lamentablemente fueron ignorados por completo por la administración de Andrés Manuel López Obrador. Acapulco es precisamente una de las múltiples consecuencias de la llamada 4.ª transformación.
¿Podría usted creer que desmantelar instituciones y privar prácticamente a todas ellas de los recursos del erario no tendría consecuencias? ¿Podría usted pensar que recortar fondos destinados a la seguridad, la salud y la prevención de desastres no tendría impactos reales? Ahí tiene usted los resultados a la vista. Acapulco es el reflejo de la negligencia. Acapulco es el ejemplo de dejar de hacer lo que debía hacerse.
Acapulco es un claro indicativo del continuar con la fantasía de que "se estaban robando el dinero". Ahora que, efectivamente, se desviaron fondos las consecuencias son evidentes.
México se encuentra en una zona altamente vulnerable a desastres naturales, como terremotos y huracanes, una realidad que no es nueva. Por supuesto, ni los terremotos ni los huracanes obedecen a filiaciones políticas ni son conservadores. Son eventos naturales que ocurren, y, sin embargo, esta administración redujo significativamente los fondos destinados a desastres naturales.
Inicialmente, el Fonden contaba con 50 mil millones de pesos, pero ahora con el Fonden desaparecido y se han destinado recursos muy limitados para atender desastres naturales, dejando apenas 18 mil millones de pesos disponibles. Además, México tenía otro fondo, el Fondo de Estabilización de los Ingresos, que tenía más de 289 mil millones de pesos disponibles para atender desastres, pero también se agotaron esos recursos. ¿Y en qué? Lo adivinó, en el Tren Maya y la refinería. Hoy por hoy, el Tren Maya carece de viabilidad financiera y la refinería todavía no opera, en un momento en que se promueve el uso de energías alternativas en la movilidad.
Pero Acapulco no es el único ejemplo. La ciudad también refleja lo que está ocurriendo en otras partes de México. La estrategia de "abrazos y no balazos" ha permitido que los delincuentes tengan el control en Acapulco, socavando la ya escasa gobernanza en la región. Ahora son los narcotraficantes los que están administrando el desastre, gracias a la bienvenida que les dio la 4.ª transformación.
Frente a esta situación, ¿recuerda usted cuando algunos advertimos en un principio que México podría seguir el camino de Venezuela? Sí, exageramos y cometimos un error al hacer esa comparación absurda. México no corre el riesgo de convertirse en Venezuela, eso está claro. En cambio, México se encamina a convertirse en Acapulco o Guerrero, y esto debería ser motivo de preocupación, pues algo no funciona correctamente en el cerebro democrático de México.