El caso Luis Rubiales, este individuo que protagonizó un incidente de acoso al besar a Jennifer Hermoso tras la victoria del equipo español ...
El caso Luis Rubiales, este individuo que protagonizó un incidente de acoso al besar a Jennifer Hermoso tras la victoria del equipo español femenino en la Copa del Mundo, ha puesto en evidencia un tema que merece ser analizado: la lamentable conducta de personas en posiciones de autoridad que abusan de su poder. ¿Cuántos casos similares desconocemos? La realidad es que abundan.
El problema radica en que la posesión de poder, en cualquier ámbito, no está necesariamente ligada a la riqueza económica. El poder conlleva una gran responsabilidad y no se limita únicamente a la toma de decisiones. Incluso tener una plataforma mediática o ocupar cargos de autoridad en empresas o instituciones, o involucrarse en política y la esfera pública, amplifica nuestra verdadera naturaleza.
En otras palabras, el poder actúa como un amplificador de nuestras características inherentes. Si somos ignorantes, inmorales o éticamente deficientes, el poder exhibirá y magnificará esas deficiencias. El adagio "el poder sube a la cabeza" no es en vano; tarde o temprano, revela la verdadera naturaleza de quienes lo ostentan.
En el caso de Luis Rubiales, sus acciones lo presentan como un individuo insensible y falto de inteligencia emocional. Sin embargo, esto también refleja la calidad moral de la sociedad en su conjunto. En España, los medios de comunicación dieron una amplia cobertura a este incidente, en gran parte porque se convirtió en una herramienta política para distraer a la población de cuestiones gubernamentales más importantes y desvió la atención de los problemas de formación de gobierno. Pero irónicamente, la atención internacional sobre el incidente tuvo un efecto contrario al deseado. Puso de manifiesto un problema universal: el abuso de poder y la subyugación de personas en posiciones de inferioridad jerárquica.
Este incidente ha doblemente victimizado a las jugadoras, ya que se olvidó por completo su logro en el Mundial. Nadie parece preocuparse o interesarse por ello. Esto resalta la importancia de abordar el abuso de poder en todas sus formas.
A menudo, cuando se exponen a individuos incompetentes o insensibles, se corre el riesgo de que, paradójicamente, se conviertan en víctimas mediáticas, y no los responsables de sus acciones. Este es un dilema significativo, especialmente para comunicadores, políticos y cualquier persona con una plataforma pública.
Cuando alguien se encuentra frente a un micrófono, un púlpito o una posición de liderazgo, debe ser consciente de que sus palabras y acciones pueden amplificarse, para bien o para mal. Esto se aplica a los políticos que dicen tonterías, a los jefes que abusan de su autoridad y a cualquiera que ocupe una posición de influencia. La responsabilidad de utilizar ese poder de manera ética y responsable recae en cada individuo.
En última instancia, el caso Rubiales es una lección sobre los peligros de la arrogancia y la falta de empatía en el poder, y cómo esto puede ser explotado por los medios de comunicación y las redes sociales para desviar la atención de cuestiones más apremiantes. Es un recordatorio de que debemos ser conscientes de nuestro comportamiento y del impacto que puede tener en los demás y en la sociedad en su conjunto.