¡Qué tiempos aquellos en los cuales había gente de valor!, ¡gente de agallas!, ¡gente que tenía palabra!, ¡gente que se le notaba que tenía ...
¡Qué tiempos aquellos en los cuales había gente de valor!, ¡gente de agallas!, ¡gente que tenía palabra!, ¡gente que se le notaba que tenía ganas de entrarle al cambio!. Me acuerdo de aquella fecha como si fuera ayer, de hecho. Es más, aquí tengo la información. El 24 de abril del 2005, un hombre consolidó su fama pública al decir, palabras textuales: “el presidente no puede utilizar las instituciones de manera facciosa para ayudar a sus amigos, ni para destruir a sus adversarios”.
Palabras que resuenan todavía y, de hecho, hoy más que nunca, porque el que dijo esas palabras el 24 de abril del 2005 fue Andrés Manuel. Si, Andrés Manuel López Obrador, hágame usted el favrón cabor... Si ese Andrés Manuel del 2005 dijo textual que la Presidencia de la República no debería de ser usada como un ariete para reventar a los enemigos o para ayudarle a los amigos.
Pero ese López Obrador del 2005 ya no existe. Ese López Obrador está muerto. Se murió. Nadie sabe dónde quedó el cadáver. Hoy está en la Presidencia de la República alguien que definitivamente no es ese hombre que dijo, que sentenció y que señaló con dedo flamígero que las instituciones no podían ser utilizadas para reventar a la oposición, sea quien fuere.
Hoy por hoy estamos asistiendo otra vez a un trinche linchamiento en contra de Xóchitl Gálvez, y de la manera más artera, porque el presidente está divulgando información fiscal de contratos que ni siquiera tienen que ver con el Gobierno, sino contratos entre empresas. Sí, el Presidente ha cometido el delito, por que es un delito, de dar a conocer la información fiscal no sólo de Xóchitl Gálvez, sino también de las empresas con las cuales Xóchitl Gálvez hizo negocios a través de su empresa.
Y digo, digo, hasta el más chairo puede entender para qué está hecha una méndiga empresa. ¿Si saben o no saben?. Las empresas están hechos para hacer dinero. Cualquier empresa, cualquier empresa. Ya no nos vamos a las grandes transnacionales. No, no, no, no! La empresa es un carrito de tamales. Ah, pero de eso se burla el presidente. Perdón... bueno, voy a utilizar otro ejemplo. Un taquero. No, de eso se burlan otros. Mmmm, un panadero. Bueno, eso no le gusta nada a los de izquierda. Un carnicero... quien quiera usted, la señora que se sienta en el tianguis a vender lo que sea, fruta, legumbres, lo que sea, es una empresa. ¿Y para qué se pone la señora? Para generar dinero, para obtener ganancias. Eso es lo que hacen las empresas. Y las empresas, sobre todo cuando son eventos grandes o en todo caso, negocios grandes.
¿Qué instrumento legal deben de utilizar? Pues un contrato, que obviamente obliga a las dos partes a cumplir con lo establecido de acuerdo a una remuneración económica. Ese es el principio básico. Pero la presidencia de Andrés Manuel López Obrador hace ver cualquier contrato como si fuera un pecado, como si fuera algo negro, oscuro. Y no, eso es algo que hacemos los mexicanos millones de veces al día.
¿Y ahora resulta que les parece ser que cualquier contrato de cualquier empresa es un pecado?. Bueno, tiene sentido, porque hay que ver las fortunas que han hecho justamente colaboradores del presidente, que no tienen que ver nada con contratos, o los convenios que ha hecho el hijo de Andrés Manuel López Obrador para poner a gente afín a él en grandes y muy jugosos puestos en la Presidencia de la República o, por supuesto, en la Administración Federal. Se entiende entonces que no entiendan cuál es el objeto final de este asunto. Pero más allá de ese asunto, qué pena que México haya perdido un estadista del tamaño del que tenía el Andrés Manuel López Obrador del 2005, porque ese hombre sí sabía lo que le dolía a México. Ese hombre sí sabía perfectamente dónde le apretaba el zapato a la administración pública federal.
Ese hombre sí enarbolaba la esperanza de muchos mexicanos de que fuera este un lugar mejor, un espacio donde hubiera más equidad, más equilibrio en los ingresos, mayor distribución de la riqueza. Ese hombre, que definitivamente se murió no sé en qué méndigo lugar, se le extraña. Ese López Obrador nos hubiera gustado tenerlo en la Presidencia de la República.
Nos hubiera encantado. Imagínense nada más, alguien que tenía bien diagnosticado cuál era uno de los principales flagelos que tenía México y que todavía tiene México y que parece ser que va a seguir teniendo México, porque este presidente, el de ahorita, este exactamente está contradiciendo, faltándole el respeto a lo que dijo aquel Andrés Manuel López Obrador en el ya muy lejano 2005.
Y bueno, por supuesto que resulta ser una verdadera pena que hayamos perdido los mexicanos a tan grande estadista, porque lo que tenemos hoy en la Presidencia de la República, créame usted es una basura, es una caricatura. Es una muy mala copia de lo que aquella vez pudimos haber atisbado los mexicanos como algo perfecto, especial, idóneo para México.
¡Qué pena! Si alguien sabe dónde quedó enterrado ese Andrés Manuel López Obrador, pues avísenos para llevarle flores, porque lo que está ahorita en Palacio es una reverenda porquería, un vómito. Así de plano...
Ya me va a andar en los comentarios...