Donald Trump durante su primer discurso ante el Congreso en 2017. Los legisladores podrían convertirse en jueces si avanza el impeachment El...
Donald Trump durante su primer discurso ante el Congreso en 2017. Los legisladores podrían convertirse en jueces si avanza el impeachment
El fantasma del impeachment rodea a la presidencia de Donald Trump desde el mismo momento de su asunción, el 20 de enero de 2017. La polarización sin precedentes y el escándalo de la injerencia rusa en la campaña electoral que lo depositó en el cargo llevaron a muchos opositores a tener la idea fija del juicio político.
Tras dos años y nueve meses de gobierno, esta vez sí se pondrá en marcha la maquinaria del impeachment. El disparador es la sospecha de que el Presidente puede haber presionado a Volodymyr Zelensky, su par ucraniano, para que inicie una investigación por corrupción contra el ex vicepresidente —y precandidato a presidente— Joe Biden y su hijo, por negocios de este en el país.
La presidenta de la Cámara de Representantes de Estados Unidos, Nancy Pelosi, demócrata de California, habla durante una conferencia de prensa en el Capitolio en Washington, D.C., Estados Unidos, el miércoles 17 de julio de 2019 (Fotógrafo: Al Drago/Bloomberg)
Nancy Pelosi, presidenta de la Cámara de Representantes y máxima referente del Partido Demócrata, considera que los elementos del caso que trascendieron gracias a un soplón, y la negativa de la Casa Blanca a entregar información, son causa suficiente para abrir una investigación formal que puede terminar con el juicio político.
Es cierto que el inicio de la pesquisa no significa automáticamente que la cámara baja vaya a votar si abrir o no el proceso. Pero los principales analistas coinciden en que difícilmente Pelosi daría el primer paso si no estuviera dispuesta a dar el siguiente.
El proceso se inicia en la Cámara de Representantes, donde el Partido Demócrata tiene mayoría. De los presuntos delitos que los legisladores le imputen al presidente depende la comisión que debatirá el asunto en primera instancia. La regla es que la encargada sea la Comisión de Justicia. Allí se realiza la primera votación: si la mayoría de sus miembros creen que hay motivos suficientes para avanzar con el impeachment, elevan ante el pleno de la cámara el o los artículos por los que el presidente debería ser juzgado.
Tras un largo debate en el que los congresistas exponen sus puntos de vista, la Cámara puede votar por iniciar el impeachment como un paquete cerrado, o por cada uno de los artículos que componen el pedido por separado. Basta una mayoría simple de los presentes para su aprobación. El paso siguiente es elegir a los managers, los representantes de la cámara baja encargados de informar al Senado los argumentos por los que resolvieron abrir el proceso de juicio político.
La Cámara de Representantes de Estados Unidos
Entonces comienza propiamente el juicio, que se desarrolla como cualquier otro proceso judicial. Las partes tienen derecho a defenderse, a llamar a testigos y a dar alegatos a favor de la condena o de la absolución.
Lo habitual es que haya un tiempo de deliberación a puertas cerradas, al cabo del cual se realiza la votación. En el Senado se necesitan dos tercios del pleno para condenar a un presidente. En caso de que se llegue al número, el mandatario es automáticamente apartado del cargo. Como el proceso es político, puede irse libremente a su casa, aunque se le suele prohibir que ejerza un cargo público en el futuro.
Un dato insoslayable es que el Partido Republicano de Trump tiene mayoría propia entre los senadores. Para que se concrete la destitución muchos copartidarios tendrían que votar contra el presidente.
El Presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, y el Vicepresidente Mike Pence, que preside el Senado (Foto de Johannes EISELE / AFP)
Sin embargo, los demócratas más experimentados como Nancy Pelosi se mostraron siempre más cautos. Saben que conseguirían la apertura del juicio político porque controlan la Cámara de Representantes, pero que es casi imposible que el Senado condene al presidente. Sobre todo, porque Trump es muy popular entre los votantes republicanos.
“Hay mucha incertidumbre acerca de cómo un enjuiciamiento podría afectar las perspectivas electorales del presidente y de los demócratas. Los datos de opinión pública indican que los republicanos se oponen firmemente y que la mayoría de los independientes también. Por el contrario, los demócratas están a favor. Si el público considera que los esfuerzos por destituir al presidente son abiertamente partidistas, el movimiento puede resultar contraproducente, como les sucedió a los republicanos en su intento de remover a Bill Clinton”, dijo Michael J. Berry, profesor del Departamento de Ciencia Política de la Universidad de Colorado en Denver.
Donald Trump se dirige a la 74ª sesión de la Asamblea General de las Naciones Unidas en la sede de la ONU en la ciudad de Nueva York, Nueva York, EE.UU., el 24 de septiembre de 2019 (REUTERS/Lucas Jackson)
Antes de que surgiera el escándalo con Ucrania, Pelosi se manifestaba abiertamente en contra de avanzar. “Trump nos está incitando a enjuiciarlo”, dijo en mayo en un evento en Nueva York. “Sabe que sería muy divisivo para el país, pero no le importa. Sólo quiere solidificar su base”.
El propio Trump parece más entusiasmado que preocupado. “Todos dicen que sería positivo para mí en las elecciones”, dijo este martes tras conocer la decisión de los demócratas. El Presidente es consciente de que el impeachment aumentará la polarización, exacerbará a sus seguidores y le permitirá ir a buscar la reelección el año que viene con el impulso de una absolución en el Senado.
“Los republicanos se oponen claramente a la idea de echar a Trump y no parece que los independientes le den prioridad al tema. Los demócratas corren el riesgo de parecer fanáticos si persiguen tanto el impeachment en lugar de tratar de elaborar buenas políticas. Además, se exponen a que Trump controle su agenda y a que sus ideas sustantivas se vean eclipsadas”, afirmó Jonathan L. Entin, profesor emérito de derecho y ciencia política de la Universidad Case Western Reserve, en diálogo con Infobae.
Richard Nixon resistió los embates del Watergate hasta que no pudo más y debió renunciar.
El pleno de la cámara baja nunca llegó a tratar la resolución del Comité. Nixon renunció el 9 de agosto, convencido de que ya ni siquiera lo apoyaba el Partido Republicano, y de que muy probablemente iba a ser declarado culpable por el Parlamento.
Solo dos presidentes estadounidenses pasaron por un impeachment de principio a fin. El primero fue Andrew Johnson, que asumió tras el asesinato de Abraham Lincoln en 1865. Era de Tennessee, uno de los estados secesionistas durante la Guerra Civil (1861 — 1865), pero se mantuvo leal a la Unión. No obstante, el Congreso le inició un juicio político por las trabas que puso a las leyes que buscaban democratizar los estados del sur. El Senado rechazó la destitución por un solo voto.
Bill Clinton, presidente entre 1993 y 2001, en una foto con la pasante de la Casa Blanca Monica Lewinsky, con la que mantuvo un affaire. Por negar falsamente haber tenido relaciones sexuales con ella debió pasar por un impeachment que terminó con su absolución (AP)
El segundo fue Bill Clinton. En enero de 1998, cuando se hizo pública su relación con Monica Lewinsky, el mandatario negó bajo juramento haber mantenido relaciones sexuales con ella, a pesar de que sí lo había hecho. La Cámara de Representantes aprobó el 19 de diciembre que se lo juzgue por perjurio y obstrucción, porque además de mentir presionó al personal de la Casa Blanca para que testifique a su favor.
Clinton fue absuelto por el Senado el 12 de febrero de 1999. Se necesitaban 67 votos para destituirlo, pero los impulsores se quedaron en 50, todos ellos republicanos. Muchos de los que se opusieron consideraron que, si bien el mandatario había obrado mal, no era suficiente para removerlo del cargo.
De todos modos, el principal motivo por el que no prosperó fue otro. En la semana del juicio, Clinton llegó a su punto más alto de popularidad en toda su presidencia: 73%, según Gallup. El impeachment, considerado excesivo y oportunista por la mayoría de los estadounidenses, terminó beneficiando a quien debía castigar. Dos décadas más tarde, esto es lo que temen algunos demócratas.
El fantasma del impeachment rodea a la presidencia de Donald Trump desde el mismo momento de su asunción, el 20 de enero de 2017. La polarización sin precedentes y el escándalo de la injerencia rusa en la campaña electoral que lo depositó en el cargo llevaron a muchos opositores a tener la idea fija del juicio político.
Tras dos años y nueve meses de gobierno, esta vez sí se pondrá en marcha la maquinaria del impeachment. El disparador es la sospecha de que el Presidente puede haber presionado a Volodymyr Zelensky, su par ucraniano, para que inicie una investigación por corrupción contra el ex vicepresidente —y precandidato a presidente— Joe Biden y su hijo, por negocios de este en el país.
La presidenta de la Cámara de Representantes de Estados Unidos, Nancy Pelosi, demócrata de California, habla durante una conferencia de prensa en el Capitolio en Washington, D.C., Estados Unidos, el miércoles 17 de julio de 2019 (Fotógrafo: Al Drago/Bloomberg)
Nancy Pelosi, presidenta de la Cámara de Representantes y máxima referente del Partido Demócrata, considera que los elementos del caso que trascendieron gracias a un soplón, y la negativa de la Casa Blanca a entregar información, son causa suficiente para abrir una investigación formal que puede terminar con el juicio político.
Es cierto que el inicio de la pesquisa no significa automáticamente que la cámara baja vaya a votar si abrir o no el proceso. Pero los principales analistas coinciden en que difícilmente Pelosi daría el primer paso si no estuviera dispuesta a dar el siguiente.
El proceso
“La Constitución establece que la Cámara de Representantes puede iniciar un impeachment por ‘traición, soborno u otros delitos y faltas graves’. Los académicos y los políticos tienen desacuerdos sobre qué acciones se elevarían al nivel de ‘delitos y faltas graves’. Las normas para el juicio político varían con el tiempo y, si bien dos presidentes han sido juzgados, debido a que el Senado nunca ha destituido a ninguno no hay precedentes históricos de la conducta que consideraría inaceptable”, explicó Michael J. Berry, profesor del Departamento de Ciencia Política de la Universidad de Colorado en Denver.El proceso se inicia en la Cámara de Representantes, donde el Partido Demócrata tiene mayoría. De los presuntos delitos que los legisladores le imputen al presidente depende la comisión que debatirá el asunto en primera instancia. La regla es que la encargada sea la Comisión de Justicia. Allí se realiza la primera votación: si la mayoría de sus miembros creen que hay motivos suficientes para avanzar con el impeachment, elevan ante el pleno de la cámara el o los artículos por los que el presidente debería ser juzgado.
Tras un largo debate en el que los congresistas exponen sus puntos de vista, la Cámara puede votar por iniciar el impeachment como un paquete cerrado, o por cada uno de los artículos que componen el pedido por separado. Basta una mayoría simple de los presentes para su aprobación. El paso siguiente es elegir a los managers, los representantes de la cámara baja encargados de informar al Senado los argumentos por los que resolvieron abrir el proceso de juicio político.
La Cámara de Representantes de Estados Unidos
Entonces comienza propiamente el juicio, que se desarrolla como cualquier otro proceso judicial. Las partes tienen derecho a defenderse, a llamar a testigos y a dar alegatos a favor de la condena o de la absolución.
Lo habitual es que haya un tiempo de deliberación a puertas cerradas, al cabo del cual se realiza la votación. En el Senado se necesitan dos tercios del pleno para condenar a un presidente. En caso de que se llegue al número, el mandatario es automáticamente apartado del cargo. Como el proceso es político, puede irse libremente a su casa, aunque se le suele prohibir que ejerza un cargo público en el futuro.
Un dato insoslayable es que el Partido Republicano de Trump tiene mayoría propia entre los senadores. Para que se concrete la destitución muchos copartidarios tendrían que votar contra el presidente.
El Presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, y el Vicepresidente Mike Pence, que preside el Senado (Foto de Johannes EISELE / AFP)
Las perspectivas políticas
El ala dura del Partido Demócrata fantasea con un impeachment contra Trump desde el comienzo de su gestión. Consideran que no puede ocupar el cargo alguien con un discurso y un historial tan divisivo y controversial.Sin embargo, los demócratas más experimentados como Nancy Pelosi se mostraron siempre más cautos. Saben que conseguirían la apertura del juicio político porque controlan la Cámara de Representantes, pero que es casi imposible que el Senado condene al presidente. Sobre todo, porque Trump es muy popular entre los votantes republicanos.
“Hay mucha incertidumbre acerca de cómo un enjuiciamiento podría afectar las perspectivas electorales del presidente y de los demócratas. Los datos de opinión pública indican que los republicanos se oponen firmemente y que la mayoría de los independientes también. Por el contrario, los demócratas están a favor. Si el público considera que los esfuerzos por destituir al presidente son abiertamente partidistas, el movimiento puede resultar contraproducente, como les sucedió a los republicanos en su intento de remover a Bill Clinton”, dijo Michael J. Berry, profesor del Departamento de Ciencia Política de la Universidad de Colorado en Denver.
Donald Trump se dirige a la 74ª sesión de la Asamblea General de las Naciones Unidas en la sede de la ONU en la ciudad de Nueva York, Nueva York, EE.UU., el 24 de septiembre de 2019 (REUTERS/Lucas Jackson)
Antes de que surgiera el escándalo con Ucrania, Pelosi se manifestaba abiertamente en contra de avanzar. “Trump nos está incitando a enjuiciarlo”, dijo en mayo en un evento en Nueva York. “Sabe que sería muy divisivo para el país, pero no le importa. Sólo quiere solidificar su base”.
El propio Trump parece más entusiasmado que preocupado. “Todos dicen que sería positivo para mí en las elecciones”, dijo este martes tras conocer la decisión de los demócratas. El Presidente es consciente de que el impeachment aumentará la polarización, exacerbará a sus seguidores y le permitirá ir a buscar la reelección el año que viene con el impulso de una absolución en el Senado.
“Los republicanos se oponen claramente a la idea de echar a Trump y no parece que los independientes le den prioridad al tema. Los demócratas corren el riesgo de parecer fanáticos si persiguen tanto el impeachment en lugar de tratar de elaborar buenas políticas. Además, se exponen a que Trump controle su agenda y a que sus ideas sustantivas se vean eclipsadas”, afirmó Jonathan L. Entin, profesor emérito de derecho y ciencia política de la Universidad Case Western Reserve, en diálogo con Infobae.
Richard Nixon resistió los embates del Watergate hasta que no pudo más y debió renunciar.
Los antecedentes
El juicio político más recordado en la historia de Estados Unidos nunca se concretó. A fines de julio de 1974, el Comité Judicial de la Cámara de Representantes votó a favor de iniciar un impeachment contra Richard Nixon por obstrucción de la justicia, abuso de poder y desacato ante el Congreso. Las acusaciones estaban relacionadas al escándalo Watergate: un grupo de personas vinculadas a la campaña para su reelección fueron descubiertas allanando la sede del Comité Nacional Demócrata, y se probó que el Presidente hizo numerosos intentos de encubrir su participación en el hecho y desviar la investigación.El pleno de la cámara baja nunca llegó a tratar la resolución del Comité. Nixon renunció el 9 de agosto, convencido de que ya ni siquiera lo apoyaba el Partido Republicano, y de que muy probablemente iba a ser declarado culpable por el Parlamento.
Solo dos presidentes estadounidenses pasaron por un impeachment de principio a fin. El primero fue Andrew Johnson, que asumió tras el asesinato de Abraham Lincoln en 1865. Era de Tennessee, uno de los estados secesionistas durante la Guerra Civil (1861 — 1865), pero se mantuvo leal a la Unión. No obstante, el Congreso le inició un juicio político por las trabas que puso a las leyes que buscaban democratizar los estados del sur. El Senado rechazó la destitución por un solo voto.
Bill Clinton, presidente entre 1993 y 2001, en una foto con la pasante de la Casa Blanca Monica Lewinsky, con la que mantuvo un affaire. Por negar falsamente haber tenido relaciones sexuales con ella debió pasar por un impeachment que terminó con su absolución (AP)
El segundo fue Bill Clinton. En enero de 1998, cuando se hizo pública su relación con Monica Lewinsky, el mandatario negó bajo juramento haber mantenido relaciones sexuales con ella, a pesar de que sí lo había hecho. La Cámara de Representantes aprobó el 19 de diciembre que se lo juzgue por perjurio y obstrucción, porque además de mentir presionó al personal de la Casa Blanca para que testifique a su favor.
Clinton fue absuelto por el Senado el 12 de febrero de 1999. Se necesitaban 67 votos para destituirlo, pero los impulsores se quedaron en 50, todos ellos republicanos. Muchos de los que se opusieron consideraron que, si bien el mandatario había obrado mal, no era suficiente para removerlo del cargo.
De todos modos, el principal motivo por el que no prosperó fue otro. En la semana del juicio, Clinton llegó a su punto más alto de popularidad en toda su presidencia: 73%, según Gallup. El impeachment, considerado excesivo y oportunista por la mayoría de los estadounidenses, terminó beneficiando a quien debía castigar. Dos décadas más tarde, esto es lo que temen algunos demócratas.