Estudiantes de comunidades pobres que terminan en las redes de la delincuencia y maestros tan precarios que llegan a extorsionar a sus alu...
Estudiantes de comunidades pobres que terminan en las redes de la delincuencia y maestros tan precarios que llegan a extorsionar a sus alumnos son algunos de los estragos que causa la criticada gestión de la educación pública en México.
Sobre las distintas realidades del país se extiende un plan educativo que carece de la capacidad necesaria para adaptarse a la idiosincrasia de cada región.
Recientemente se aprobó una nueva reforma educativa, que tumba la del presidente Enrique Peña Nieto (2012-2018), pero siguen persistiendo dudas entre los docentes -que este 15 de mayo celebran el Día del Maestro- sobre si será eficaz.
Además, la obligación de aprender en español donde se hablan lenguas indígenas, las infraestructuras deficientes y estallidos de delincuencia se ensañan con los estudiantes del sur del país.
Infraestructuras precarias
Muchos de los males de la educación en México se reflejan en la escuela Cristóbal Colón de Juchitán de Zaragoza, en el sureño estado de Oaxaca, en la que solo una de las aulas tiene paredes.
El resto de clases se realizan en unas tiendas de lona blancas erigidas sobre un suelo terroso, tal como constató Efe.
"La realidad es esta, estamos dando clases bajo un árbol, dentro de unas casitas improvisadas y con mesas y sillas improvisadas por los padres de familia, como en los años 50", dice a Efe el director del centro, Rosalino Morales.
También cuenta que recibe un salario quincenal de entre 3.500 y 4.000 pesos (entre 182,2 y 208,3 dólares) y le alcanza "apenas para los gastos básicos del hogar".
Durante las vacaciones le toca trabajar como repartidor en una empresa de mariscos.
Otra maestra, Abigail Magariño, dice a Efe que cobra lo mismo que su jefe y que tiene que recurrir a otras actividades para subsistir.
Abigail, para pagar "los gastos de la casa", fabrica piñatas.
Niños que pagan por estudiar
Según el Inegi, el 96,2 % de los niños y niñas de entre 6 y 14 años asisten a la escuela, pero la Unicef señala la ausencia de más de cuatro millones.
La situación se agrava en el sur, la zona más rezagada de México.
En Yucatán, los niños con beca de algunas comunidades se ven obligados por los maestros a pagar dos pesos (0,10 dólares) por cada clase a la que asisten.
"Los maestros cobraban la asistencia. Eran 14 pesos diarios (0,73 dólares) por alumno a cambio de poder justificar el hecho de que les dieran la beca", dice a Efe la directora de la Comisión Americana de Calidad Educativa (CICE), Mayra Castañeda.
La experta, que recorrió escuelas de los 106 municipios de Yucatán, también señala situaciones en que los profesores "mantienen a los chicos" y, cuando les ven entrar al aula sin nada en el estómago, les alimentan antes de empezar la clase.
"Tortillas y frijoles" es suficiente para sostener las ganas de aprender, remarca en un país donde el 43,6 % de la población es pobre, según cifras oficiales.
A este fenómeno, poco conocido, se le suman los paros de labores de ciertos sindicatos en México para reclamar derechos. En la práctica, ello aboca a muchos estudiantes a no terminar o dejar a medias el ciclo escolar.
Maestros en un "círculo vicioso" por falta de pagos
Según cuenta Castañeda, muchos maestros viven en situaciones de extrema pobreza.
Es habitual ver retrasos de hasta seis meses en el pago de una nómina ya de por sí baja.
En ese tiempo, los docentes se las ingenian para vivir recurriendo a préstamos bancarios, ayudas familiares e incluso a trabajos como "la venta por catálogo". Y para cuando reciben el pago, normalmente ya se encuentran endeudados, lamenta la experta.
"Viven en este círculo vicioso en el que tienen que equilibrar su economía obligados a rifar cosas, a vender, a toda una serie de acciones paralelas para sobrevivir", asegura después.
Una vez pagada la nómina, recibir el dinero no es tan sencillo en comunidades apartadas con "sistemas de pago obsoletos en los que para cobrar tienen que ir a un pagador en la capital".
En muchos casos arriesgando su propia vida porque "hay carreteras donde es muy difícil transportar valores, y lo hacen bajo su responsabilidad porque muchas veces van solos".
Impacto de una educación que apenas contempla a los indígenas
En algunos lugares de Yucatán donde se habla maya, los planes educativos obligan a los maestros a enseñar en español.
Es un "español funcional, un híbrido entre maya y español" para entenderse entre ellos, dice Castañeda.
Además, el docente llega "con una visión vertical de ejercer la educación" e impone "cuestiones que no le interesan a la comunidad".
Según la experta, los chicos, al verse hablando español, prueban suerte en Estados Unidos, aunque sea como indocumentados.
"Regresan frustrados a las comunidades dedicándose a violentar a otros estudiantes, a quitarles el dinero de sus becas", relata.
Todos estos factores, sumados a la creciente ola de violencia que ha llevado incluso a algunos municipios, como Acapulco, a reforzar con fuerzas de seguridad algunos centros educativos, dificulta el aprendizaje en México, y a menudo, los menores terminan cayendo en las redes de la delincuencia.
"Becarios sí, sicarios no", fue una de los lemas más populares del actual presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, durante la campaña electoral de 2018.
Sobre las distintas realidades del país se extiende un plan educativo que carece de la capacidad necesaria para adaptarse a la idiosincrasia de cada región.
Recientemente se aprobó una nueva reforma educativa, que tumba la del presidente Enrique Peña Nieto (2012-2018), pero siguen persistiendo dudas entre los docentes -que este 15 de mayo celebran el Día del Maestro- sobre si será eficaz.
Además, la obligación de aprender en español donde se hablan lenguas indígenas, las infraestructuras deficientes y estallidos de delincuencia se ensañan con los estudiantes del sur del país.
Infraestructuras precarias
Muchos de los males de la educación en México se reflejan en la escuela Cristóbal Colón de Juchitán de Zaragoza, en el sureño estado de Oaxaca, en la que solo una de las aulas tiene paredes.
El resto de clases se realizan en unas tiendas de lona blancas erigidas sobre un suelo terroso, tal como constató Efe.
"La realidad es esta, estamos dando clases bajo un árbol, dentro de unas casitas improvisadas y con mesas y sillas improvisadas por los padres de familia, como en los años 50", dice a Efe el director del centro, Rosalino Morales.
También cuenta que recibe un salario quincenal de entre 3.500 y 4.000 pesos (entre 182,2 y 208,3 dólares) y le alcanza "apenas para los gastos básicos del hogar".
Durante las vacaciones le toca trabajar como repartidor en una empresa de mariscos.
Otra maestra, Abigail Magariño, dice a Efe que cobra lo mismo que su jefe y que tiene que recurrir a otras actividades para subsistir.
Abigail, para pagar "los gastos de la casa", fabrica piñatas.
Niños que pagan por estudiar
Según el Inegi, el 96,2 % de los niños y niñas de entre 6 y 14 años asisten a la escuela, pero la Unicef señala la ausencia de más de cuatro millones.
La situación se agrava en el sur, la zona más rezagada de México.
En Yucatán, los niños con beca de algunas comunidades se ven obligados por los maestros a pagar dos pesos (0,10 dólares) por cada clase a la que asisten.
"Los maestros cobraban la asistencia. Eran 14 pesos diarios (0,73 dólares) por alumno a cambio de poder justificar el hecho de que les dieran la beca", dice a Efe la directora de la Comisión Americana de Calidad Educativa (CICE), Mayra Castañeda.
La experta, que recorrió escuelas de los 106 municipios de Yucatán, también señala situaciones en que los profesores "mantienen a los chicos" y, cuando les ven entrar al aula sin nada en el estómago, les alimentan antes de empezar la clase.
"Tortillas y frijoles" es suficiente para sostener las ganas de aprender, remarca en un país donde el 43,6 % de la población es pobre, según cifras oficiales.
A este fenómeno, poco conocido, se le suman los paros de labores de ciertos sindicatos en México para reclamar derechos. En la práctica, ello aboca a muchos estudiantes a no terminar o dejar a medias el ciclo escolar.
Maestros en un "círculo vicioso" por falta de pagos
Según cuenta Castañeda, muchos maestros viven en situaciones de extrema pobreza.
Es habitual ver retrasos de hasta seis meses en el pago de una nómina ya de por sí baja.
En ese tiempo, los docentes se las ingenian para vivir recurriendo a préstamos bancarios, ayudas familiares e incluso a trabajos como "la venta por catálogo". Y para cuando reciben el pago, normalmente ya se encuentran endeudados, lamenta la experta.
"Viven en este círculo vicioso en el que tienen que equilibrar su economía obligados a rifar cosas, a vender, a toda una serie de acciones paralelas para sobrevivir", asegura después.
Una vez pagada la nómina, recibir el dinero no es tan sencillo en comunidades apartadas con "sistemas de pago obsoletos en los que para cobrar tienen que ir a un pagador en la capital".
En muchos casos arriesgando su propia vida porque "hay carreteras donde es muy difícil transportar valores, y lo hacen bajo su responsabilidad porque muchas veces van solos".
Impacto de una educación que apenas contempla a los indígenas
En algunos lugares de Yucatán donde se habla maya, los planes educativos obligan a los maestros a enseñar en español.
Es un "español funcional, un híbrido entre maya y español" para entenderse entre ellos, dice Castañeda.
Además, el docente llega "con una visión vertical de ejercer la educación" e impone "cuestiones que no le interesan a la comunidad".
Según la experta, los chicos, al verse hablando español, prueban suerte en Estados Unidos, aunque sea como indocumentados.
"Regresan frustrados a las comunidades dedicándose a violentar a otros estudiantes, a quitarles el dinero de sus becas", relata.
Todos estos factores, sumados a la creciente ola de violencia que ha llevado incluso a algunos municipios, como Acapulco, a reforzar con fuerzas de seguridad algunos centros educativos, dificulta el aprendizaje en México, y a menudo, los menores terminan cayendo en las redes de la delincuencia.
"Becarios sí, sicarios no", fue una de los lemas más populares del actual presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, durante la campaña electoral de 2018.