Un "papel bioactivo algal" que permite prolongar la duración de los alimentos, especialmente de la fruta fresca de exportación, ...
Un "papel bioactivo algal" que permite prolongar la duración de los alimentos, especialmente de la fruta fresca de exportación, fue creado en Chile con ingredientes naturales obtenidos del pino radiata y algas marinas, informaron este lunes los responsables del proyecto.
Se trata de un material biodegradable que además tiene propiedades antioxidantes, antibacterianas y antimicóticas, desarrollado en la sureña región del Biobío por la Universidad de Concepción y la fábrica de papel BO Paper Bío Bío, con el apoyo de la estatal Corporación de Fomento (Corfo).
El objetivo del proyecto "es validar y producir un papel bioactivo algal que permite reducir hasta en un 60 % las pérdidas de fruta por oxidación y descomposición por acción microbiana que ocurren durante el proceso de almacenaje y transporte", explicó Cristián Agurto, máximo responsable del la investigación.
La iniciativa "permitirá agregar valor y diversificar el uso de las algas e impulsar su cultivo, lo que significaría una nueva fuente de ingresos y empleo para las comunidades costeras", explicó Agurto, director del Laboratorio Gibmar, del Centro de Biotecnología y Facultad de Farmacia de la Universidad de Concepción.
El proyecto ha sido considerado en diversos círculos como una innovación científica, tecnológica y empresarial muy importante para Chile, país que anualmente exporta 2,6 millones de toneladas de fruta fresca, que en valor superan los 4.000 millones de dólares.
Del volumen exportado, entre un 3 y un 5 % de la fruta no alcanza a llegar a la mesa de los consumidores en Estados Unidos, Europa o China, porque en el viaje se descompone por la acción de microbios fitopatógenos.
En la actualidad, frutas como uvas, manzanas, peras, kiwis y carozos utilizan productos como el papel gofrado que las protegen de la humedad y golpes y el papel bioactivo algal, según sus creadores, suma propiedades al reducir la oxidación y evitar la aparición de microorganismos que provocan que la fruta se pudra.
Según Juan José Ugarte, presidente de la empresarial Corporación de la Madera, Chile en el ámbito forestal tiene "un gran potencial para un desarrollo sustentable, donde crecimiento de la conciencia ambiental ha vuelto a poner al papel como protagonista".
"Tenemos una línea de productos sustentables de papel y cartón altamente tecnológicos e innovadores que hoy ya son utilizados por la industria exportadora, y esta innovación apunta a mejorar aún más la conservación de la fruta en el traslado y demuestra que permanentemente se trabaja por ir avanzando aún más", comentó.
En los próximos dos años, la Universidad de Concepción y BO Paper Bío Bío trabajarán en el diseño de los procesos y equipos industriales que producir este papel bioactivo algal para la protección de la fruta de exportación chilena.
El producto tendrá como base una pasta mecánica producida a partir del pino radiata, cuyas plantaciones alcanzan en Chile a los dos millones de hectáreas, mientras el componente algal corresponderá a biomasa y extractos bioactivos de algas marinas de las que extraen desde praderas naturales unas 360.000 toneladas anuales, mientras otras 12.000 toneladas provienen de cultivos.
Se trata de un material biodegradable que además tiene propiedades antioxidantes, antibacterianas y antimicóticas, desarrollado en la sureña región del Biobío por la Universidad de Concepción y la fábrica de papel BO Paper Bío Bío, con el apoyo de la estatal Corporación de Fomento (Corfo).
El objetivo del proyecto "es validar y producir un papel bioactivo algal que permite reducir hasta en un 60 % las pérdidas de fruta por oxidación y descomposición por acción microbiana que ocurren durante el proceso de almacenaje y transporte", explicó Cristián Agurto, máximo responsable del la investigación.
La iniciativa "permitirá agregar valor y diversificar el uso de las algas e impulsar su cultivo, lo que significaría una nueva fuente de ingresos y empleo para las comunidades costeras", explicó Agurto, director del Laboratorio Gibmar, del Centro de Biotecnología y Facultad de Farmacia de la Universidad de Concepción.
El proyecto ha sido considerado en diversos círculos como una innovación científica, tecnológica y empresarial muy importante para Chile, país que anualmente exporta 2,6 millones de toneladas de fruta fresca, que en valor superan los 4.000 millones de dólares.
Del volumen exportado, entre un 3 y un 5 % de la fruta no alcanza a llegar a la mesa de los consumidores en Estados Unidos, Europa o China, porque en el viaje se descompone por la acción de microbios fitopatógenos.
En la actualidad, frutas como uvas, manzanas, peras, kiwis y carozos utilizan productos como el papel gofrado que las protegen de la humedad y golpes y el papel bioactivo algal, según sus creadores, suma propiedades al reducir la oxidación y evitar la aparición de microorganismos que provocan que la fruta se pudra.
Según Juan José Ugarte, presidente de la empresarial Corporación de la Madera, Chile en el ámbito forestal tiene "un gran potencial para un desarrollo sustentable, donde crecimiento de la conciencia ambiental ha vuelto a poner al papel como protagonista".
"Tenemos una línea de productos sustentables de papel y cartón altamente tecnológicos e innovadores que hoy ya son utilizados por la industria exportadora, y esta innovación apunta a mejorar aún más la conservación de la fruta en el traslado y demuestra que permanentemente se trabaja por ir avanzando aún más", comentó.
En los próximos dos años, la Universidad de Concepción y BO Paper Bío Bío trabajarán en el diseño de los procesos y equipos industriales que producir este papel bioactivo algal para la protección de la fruta de exportación chilena.
El producto tendrá como base una pasta mecánica producida a partir del pino radiata, cuyas plantaciones alcanzan en Chile a los dos millones de hectáreas, mientras el componente algal corresponderá a biomasa y extractos bioactivos de algas marinas de las que extraen desde praderas naturales unas 360.000 toneladas anuales, mientras otras 12.000 toneladas provienen de cultivos.