Ana Capilla, coordinadora de Educación Superior, ETP y Ciencia de la Organización de Estados Iberoamericanos (OEI) El coche autónomo, dr...
Ana Capilla, coordinadora de Educación Superior, ETP y Ciencia de la Organización de Estados Iberoamericanos (OEI)El coche autónomo, drones que nos traen el último best seller a casa o la compra de la semana, tener vista de superhéroe gracias a la hiperimagen o ser capaces de "tocar" la tela del vestido que estamos comprando desde nuestro móvil. La tecnología promete seguir cambiando nuestra forma de estudiar, de trabajar, de comunicarnos y relacionarnos, de disfrutar de nuestro ocio y, en definitiva, de vivir.
Estamos inmersos en un periodo de innovaciones constantes porque es lo que nosotros, usuarios y consumidores, demandamos. Premiamos a las empresas más innovadoras, como demuestra el hecho de que son también las de mayor capitalización bursátil: Apple, que ya ha superado el billón de dólares de valor en bolsa, Amazon, Alphabet y Microsoft.
Este cuarteto virtuoso se completa con Facebook, pero en el top-10 mundial hay otras dos tecnológicas que no son de bandera estadounidense sino china: Alibaba y Tencent. Al contrario de lo que pudiera parecer, estas dos empresas son mucho más que la versión oriental de Amazon y WhatsApp. Son una buena prueba de cómo este país ha comprendido que no es suficiente con imitar la tecnología extranjera, sino que tienen que desarrollar la suya propia.
Esto no significa que renuncien a ser la fábrica del mundo, todo lo contrario. El sector industrial está en pleno proceso de automatización y robotización, de modo que necesita ser apoyado por un amplio tejido tecnológico, y en ello reside la ventaja competitiva que China quiere hacer valer frente a otros países en desarrollo.
La innovación, por tanto, es tan necesaria para las economías más desarrolladas como para aquéllas que están en desarrollo. Es el remedio más eficaz frente al denominado mal del "ingreso medio", una especie de limbo entre el subdesarrollo y el desarrollo en el que puedan quedar atrapados los países iberoamericanos que no sean capaces de buscar nuevas fuentes de prosperidad cuando se agoten aquéllas en las que han venido basando su crecimiento.
La generación de nuevo conocimiento ha probado también su capacidad de combatir otra supuesta maldición, en este caso la de las commodities, que América Latina conoce muy bien. Hace unos años la revista The Economist se hacía eco de cómo una "industria del conocimiento", la alta cocina peruana, ha logrado, gracias a su expansión mundial, revalorizar los productos hortofrutícolas y alimentarios de ese país.
El valor añadido y la demanda diferenciada procedente de este creciente y exigente sector a nivel global ha hecho que las distintas variantes de patata, maíz o quinoa peruanos dejen de ser commodities, y se conviertan en productos más competitivos.
Se trata de un excelente ejemplo de que la innovación no tiene que ver sólo con chips, algoritmos y blockchain. Tan innovador es un laboratorio de Silicon Valley como las cocinas de El Bulli. Por lo que es importante identificar qué es aquello en lo que destacamos, y de qué modo podemos, aplicando nuevos conocimientos, incrementar su valor.
Ésta es la gran oportunidad que tiene ante sí Iberoamérica, si quiere alcanzar los objetivos de la XXVI Cumbre Iberoamericana y convertirse en una región próspera, inclusiva y sostenible. Ser capaz de decidir en qué sectores estratégicos para la región, como pueden ser los relacionados con las políticas de desarrollo o la protección del medioambiente, debemos concentrar nuestros esfuerzos a favor de la innovación.
Porque la innovación es una actividad intensiva en recursos materiales y humanos, y exige que éstos últimos tengan una elevada cualificación. Se trata de un reto que muy pocos países pueden abordar de manera individual y, en consecuencia, una gran oportunidad para seguir construyendo comunidad iberoamericana. Por ejemplo, mediante la creación de redes universitarias temáticas, que ofrezcan títulos conjuntos de calidad y posibilidades de movilidad a sus estudiantes e investigadores; que lleven a cabo proyectos de investigación en común y que aborden desde la colaboración el reto de la transferencia del conocimiento nuevo que sean capaces de generar.
El secreto del éxito de Google, matriz de Alphabet, es su capacidad para organizar la información mundia, y hacerla accesible y útil. Ése es uno de los roles que debemos jugar las organizaciones de cooperación iberoamericanas. Convertirnos nosotras mismas en motores de búsqueda que hagan que nuestros sistemas universitarios sean más transparentes, más conocidos y reconocidos.
Pero esto por sí sólo no es suficiente, sino que nuestro trabajo tiene que ir más allá y procurar que, además, sean más confiables y homologables entre sí. Esto es, tenemos que procurar las condiciones que permitan la concentración de talento y recursos en proyectos más amplios y ambiciosos, con verdadero potencial de impacto.
En este párrafo se resume la filosofía que ha inspirado las distintas medidas que en el ámbito de la educación superior y la ciencia contempla el Programa-presupuesto de la OEI para los dos próximos años. Son propuestas para conocer en qué áreas son excelentes las universidades de la región, de acuerdo a los estrictos estándares de investigación de los rankings internacionales.
Para aproximar nuestros sistemas universitarios y hacerlos más compatibles, de modo que resulte más fácil el reconocimiento de títulos y estudios y, en consecuencia, la movilidad de estudiantes y egresados. Para que la movilidad en nuestra región se vincule a la producción de conocimiento, y ésta tenga una verdadera dimensión regional gracias al programa Paulo Freire plus.
Estas iniciativas acaban de ser aprobadas por el Consejo Directivo de la OEI, compuesto por los ministros de Educación de los 23 países miembros, y responden a su mandato directo. Todos ellos reconocen la importancia que en los últimos años ha adquirido la educación superior en nuestra región, con un crecimiento del número de estudiantes tan destacado que actualmente nos sitúa cerca de los 30 millones.
Es una etapa educativa en plena expansión en Iberoamérica y eso la ha convertido en una política pública prioritaria, no en un mero asunto académico, que exige un enfoque más actual, tal y como se ha expuesto. De este modo la OEI demuestra su propia capacidad de innovación a la hora de seguir cumpliendo con su mandato, después de 70 años al servicio de la educación, la ciencia y la cultura en Iberoamérica. Entendemos que éste es el camino para conseguir realmente que Iberoamérica sea una región próspera, inclusiva y sostenible.