Las vacas milagrosas, las más productivas del mundo, tienen una piel en blanco y negro, pasean perezosamente o pastan. Bajo un tejado de u...
Las vacas milagrosas, las más productivas del mundo, tienen una piel en blanco y negro, pasean perezosamente o pastan. Bajo un tejado de uralita se protegen del sol y unos ventiladores les proporcionan una agradable brisa.
“Queremos hacer felices a las vacas”, dice Peleg Orion, un agricultor de Kfar Vitkin, un pueblo del norte de Israel.
“Sólo cuando están contentas nos dan leche”, añade. Estas vacas israelíes son las que de promedio más leche producen en todo el mundo, alrededor de 13,2 toneladas por año, según datos de la Organización de Naciones Unidas.
En términos comparativos, una vaca alemana queda bastante por detrás: produce alrededor de 7,8 toneladas.
Los expertos en Alemania están impresionados por el sistema israelí que se emplea para alimentar, criar y mantener a estos animales. Sin embargo, hacen hincapié en que no se puede copiar tan fácilmente y trasladarlo a Europa, al menos no en todas partes.
Peleg Orion tiene unas 700 vacas lecheras que gestiona con otros seis ganaderos. Además tienen contratadas a otras ocho personas que ordeñan a los animales tres veces al día en tres turnos, según explica. Cada proceso de ordeño dura entre seis y siete minutos. Treinta y dos vacas pueden ser conectadas en paralelo a las ordeñodoras.
Cada animal lleva un transmisor en su pata, lo que permite el registro electrónico de cuánta leche da, cuánto se mueve y la conductividad eléctrica de la leche, señala Orion.
El análisis de la conductividad puede proporcionar información sobre enfermedades, pero también sobre la ovulación de la vaca. Una vez al mes, la granja envía una muestra de leche de cada animal al laboratorio para comprobar el contenido de grasa y proteína.
Asociaciones europeas de agricultores confirman el alto nivel de las granjas lecheras israelíes. “La industria láctea israelí es altamente profesional y esto se aplica a todas las áreas”, dice el experto en la materia Ludwig Börger.
En Alemania, por ejemplo, existen muchas más granjas lecheras. Unas 62.000 con 4,1 millones de vacas. En Israel hay alrededor de 760 con unos 120.000 cabezas de ganado.
Además, las granjas alemanas están organizadas de forma mucho más heterogénea, explica Börger.
“Sobre todo en Alemania oriental se encuentran granjas grandes con más de un millar de vacas que están organizadas de forma similar a Israel. Por el contrario, en el sur y el oeste existen a menudo explotaciones más pequeñas, algunas de las cuales producen no sólo leche sino también carne”. La granja media en Baviera, en el sur, tiene 40 vacas.
Sin embargo, hay otra diferencia que resulta mucho más relevante: Israel es un pequeño mercado de leche regulado por el Estado. En tiempos de crisis, está garantizado el autoabastecimiento.
Los altos costes de producción, debido por ejemplo a la importación de una gran cantidad de piensos concentrados, se verían cubiertos por los altos costes de venta. “Alemania, por su parte, está cada vez más integrada en el mercado mundial de la leche como resultado de las políticas que se está marcando al respecto”, afirma Börger.
Para el director de la Asociación de Agricultores de Israel, Avshalom Vilan, existe otra razón para este éxito y esta radica en la alimentación.
En Europa Occidental, por ejemplo en Alemania o Francia, muchas vacas pasan seis meses pastando y en invierno comen sólo unos pocos meses de alimento concentrado.
“En Israel no hay hierba sin riego artificial y, en segundo lugar, hace mucho calor”, explica Vilan. Las vacas siempre están en el establo. Alrededor del 70 por ciento del pienso es concentrado, hecho de semillas de soja, trigo y maíz, por ejemplo. Alrededor del 30 por ciento es ensilaje o heno.
Sin embargo, en opinión de Martina Hoedemaker, de la Universidad de Medicina Veterinaria de Hannover, la elevada proporción de piensos concentrados también podría causar problemas. “El 70 por ciento de los piensos concentrados y el 30 por ciento del forraje ensilado son una ración mínima para los compradores habituales”, asegura.
El factor decisivo es que el alimento esté bien mezclado y que la vaca también coma el forraje ensilado, ya que de lo contrario podría tener problemas digestivos.
Para el israelí Vilan, también resulta decisiva la forma en la que se cría al animal. “Desde el principio, hubo un fuerte vínculo entre los agricultores y la investigación”, señala. En los años 1920, las primeras vacas nacieron de un cruce entre una vaca holandesa que daba mucha leche y la vaca siria de Damasco, que estaba acostumbrada al clima de gran calor y sequía.
Las aproximadamente 120.000 vacas que viven en Israel pertenecen a la raza Holstein-Friesian-Israeli, según la Asociación de Granjeros de Israel.
Los datos de cada vaca se registran de forma centralizada y se evalúan en consecuencia para la reproducción en cada una de las aproximadamente 760 granjas. Las fincas pertenecen a asentamientos comunitarios. Las más grandes tienen un promedio de 300 vacas, las más pequeñas entre 80 y 100.
El profesor de ingeniería agrícola en la Universidad de Hohenheim Matthias Schick elogia el sistema israelí, y en especial que se críen en establos abiertos.
“La vaca puede tumbarse allí como le plazca, como si estuviera pastando”, apunta Schick. En Alemania, la vaca está atada en el establo o en un cubículo, lo que restringe su libertad de movimiento. “Esa es ya la guinda del pastel”, concluye Schick.
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