Para borrar sus connotaciones coloniales españolas, el presidente de Filipinas, Rodrigo Duterte, quiere rebautizar el país, una propues...
Para borrar sus connotaciones coloniales españolas, el presidente de Filipinas, Rodrigo Duterte, quiere rebautizar el país, una propuesta polémica que implicaría redefinir la arraigada identidad nacional filipina y obviar tres siglos de su historia.
Cuando Fernando Magallanes llegó en 1521 a Cebú, denominó el archipiélago que encontró como Islas de Poniente, pero una segunda expedición encabezada por Ruy López de Villalobos en 1543 lo nombró Filipinas en honor al entonces futuro rey de España Felipe II, quien como monarca ordenó cristianizar los territorios de ultramar.
“En términos de identidad nacional, el tiempo de cambiar el nombre ya pasó, no tendría sentido hacerlo ahora y no cambiaría nada si la intención es reclamar nuestra identidad”, indicó a Efe el historiador filipino, Xiao Chua.
Chua opina que el momento preciso hubiera sido en 1898, cuando Filipinas se independizó de España tras 333 años como colonia, momento en el que se barajó la palabra tagala “Katagalugan”, que hace alusión a la tradición marítima de esos pueblos.
“La conquista de los españoles nos convirtió en un territorio unificado -antes el archipiélago estaba poblado por clanes feudales independientes- bajo el nombre de Filipinas, ésa es nuestra historia”, señala Chua, profesor de la Universidad de La Salle.
El presidente filipino ha expresado recientemente en dos ocasiones que quiere rebautizar el país y ha sugerido Maharlika, un término malayo que supuestamente alude a esas civilizaciones feudales prehispánicas y que significa “nobleza”, aunque no hay unanimidad sobre su interpretación correcta.
“No tengo un nombre particular todavía, pero me gustaría cambiarlo porque se debe al rey Felipe de España”, indicó Duterte el pasado domingo, la última vez que se refirió al tema.
Para el historiador asociado al Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) de España, Roberto Blanco, el cambio de nombre “ni tiene sentido, ni hay un demanda social, ni existe un debate solvente que induzca a valorarlo”.
Lo cierto es que en Filipinas, la discusión sobre un nuevo nombre para el país se ha reducido al ámbito académico, a la elite intelectual y a algunas columnas de opinión en la prensa, pero el debate no ha llegado a la calle, donde pocos están al corriente.
“La idea parece más bien una apresurada ocurrencia de corte populista”, apunta Blanco sobre las declaraciones del presidente cuando el país está en campaña para las elecciones legislativas de mayo.
No hay que olvidar que las dos veces que Duterte mencionó el asunto fue en la región del Mindanao musulmán, donde insistió en que Filipinas remonta a un pasado hispano y católico que no representa a los musulmanes del país.
El portavoz presidencial, Salvador Panelo, matizó después que el cambio de nombre es solo una idea difícil de materializar, ya que además de ser muy costoso porque habría que modificar infinidad de documentos oficiales, debe ser aprobado por el Congreso y después ratificado en referéndum popular.
“Un cambio de nombre lógicamente no eliminaría el legado hispano de Filipinas”, indica Blanco, ya que habría que modificar también “la multitud de ciudades, pueblos y calles de nombre español, la variada herencia arquitectónica hispánica o la raigambre de los nombres y apellidos de la inmensa mayoría de los filipinos”.
La identidad nacional filipina se aglutina hoy en torno a un fuerte apego a su himno y bandera, pero esa afinidad parte de la “asimilación natural de la herencia mestiza de su cultura y su ser nacional, concediendo un peso importante a lo hispánico”, explica Blanco, experto en la historia de Filipinas.
La alternativa de Maharlika también ha suscitado controversia, ya que esa denominación ya fue propuesta por el fallecido dictador Ferdinand Marcos (1965-86) -de quien Duterte es admirador- como una supuesta guerrilla que él dirigió contra los japoneses en la II Guerra Mundial, aunque no hay evidencia histórica de su existencia.
Algunos temen que ese nombre despierte el nacionalismo de ultraderecha de la era Marcos y se reescriba un periodo de la historia filipina marcado por los fantasmas de la ley marcial, que promulgó para perpetuarse en el poder y aplastar la disidencia.
Para el escritor e hispanista filipino Guillermo Gómez Rivera, es “lamentable” que Duterte se haya dejado aconsejar por un grupo de “asesores sectarios” que han rescatado el “patriotismo indigenista” de Marcos para desviar la atención sobre otros asuntos políticos.
El escritor señala que la traducción de Maharlika como “nobleza” fue una manipulación de Marcos y que su verdadero significado es “dueño de esclavos”; aunque otras versiones lo interpretan como “hombre libre”, “serenidad” o “paz”.
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