El activista James Stern, que saltó a la portadas de los medios de comunicación de EE.UU. al proclamarse líder del Movimiento Socialist...
El activista James Stern, que saltó a la portadas de los medios de comunicación de EE.UU. al proclamarse líder del Movimiento Socialista Nacional (NSM), reconoce que se valió de argucias para hacerse con el control de este grupo de nazis a los que, como él mismo reconoce, no les gusta por ser “negro”.
“No, no les gusto, les pilló por sorpresa que un hombre negro se estuviera apoderando de su organización de la manera que lo hizo (…) Por supuesto que no les gusto… ¡Soy negro!”, asegura ufano y con actitud jocosa el reverendo Stern durante una entrevista telefónica con Efe.
Ya con un timbre más serio en su voz, el activista explica que a los miembros de esta organización neonazi radicada en Detroit “no les gusta en absoluto ninguna minoría” y que lo que ellos desean “es una sociedad completamente blanca”.
Fue precisamente esa reivindicación la que llevó a sus miembros a participar en la concentración de grupos supremacistas blancos que tuvo lugar el 12 de agosto de 2017 en Charlottesville y que desembocó en la muerte de la joven antifascista Heather Heyer, atropellada por el radical James Fields.
Estos hechos llevaron a la Universidad de Virginia a presentar una denuncia por daños emocionales y económicos contra las organizaciones que participaron en la convocatoria, entre ellas el NSM.
Es ahí donde se cruzan los caminos del pastor afroamericano y del grupo nazi.
Stern sostiene que conoció al líder del NSM, el “comandante” Jeff Schoep, hace cinco años durante una convención sobre asuntos raciales celebrada en California, y que desde entonces habían mantenido el contacto.
Al verse ante la posibilidad de ser condenado ante la Justicia como máximo responsable del grupo, dice el pastor, Schoep recurrió a él para ayudarle a limpiar la imagen del movimiento.
“Cuando se vio en problemas y necesitó ayuda -confiesa con sorna el reverendo-, me llamó. Confió en mí”.
Stern dice que convenció a su antagonista de que debía desprenderse de las esvásticas que se podían ver en la página web del grupo y que él podía encargarse de sustituirlas por los extraños lazos cuadriculados que aún hoy adornan la web del NSM.
Schoep “tenía miedo de perder sus ingresos, su casa, su dinero; tenía miedo de acabar en prisión. Con todo lo que tenía en su cabeza, conseguí convencerle de que me lo cediera todo a mí”, sostiene.
Y es así como este activista afroamericano se hizo con el control del grupo.
Hablando de miedo, preguntado por si no teme que el NSM pueda tomar represalias, el reverendo responde contundente: “¿Qué hay que temer de un nazi? Todo lo que hicieron que pudiera asustarme lo hicieron durante la Segunda Guerra Mundial, hace ya mucho tiempo”.
El NSM aseveró en un comunicado divulgado hace un par de semanas que no fue hasta el comienzo del juicio que se dieron cuenta del “engaño”.
Aun así, cuesta creer que no fueran conscientes de la que se les venía encima teniendo en cuenta que Stern saltó a la fama en 2016 tras desmantelar una fraternidad del Ku Klux Klan con una maniobra similar.
También en esa ocasión, Stern se valió de su relación personal con el “gran maestre” del grupo, Edgar Ray Killen, forjada tras los barrotes de una prisión de Misisipi en la que ambos cumplían condena, para convencerle de que le cediera el control de la organización.
Stern opina que Schoep era “muy consciente” de este episodio.
Ahora que el reverendo está “legalmente a cargo del grupo”, algo que no obstante ha sido rebatido por el propio NSM, queda por aclarar qué pretende lograr con su ardid.
“No tengo intención de liderarles a ninguna parte, más allá de que entiendan que lo que hacen está mal… Pero mi trabajo también es asegurarme de que esta organización pague por sus crímenes”, subraya.
Este segundo punto pretende llevarlo a la práctica de manera solemne cuando se presente en el juzgado federal de Virginia para, como máximo responsable legal del grupo, presentar una declaración de culpabilidad en nombre del NSM por los incidentes de Charlottesville.
En cuanto al segundo punto, la ejecución del plan se antoja cuanto menos más extravagante.
“Una vez tenga acceso a la pagina web, tendré una plataforma desde la que comunicarme con la gente. Punto. Difundiré Schindler’s List, Roots, Amistad. Difundiré películas y cosas para que vean historias raciales y para que vean cómo han sido tratadas algunas razas”, concluye el excéntrico activista.
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